En la década de los ´90, bajo el gobierno del Presidente Carlos Saúl Menem (peronista) y su Ministro de Educación, Daniel Filmus se cambió toda la estructura de la educación en Argentina.
Las escuelas pasaron a depender de las provincias, se instauró el sistema EGB (copiado de España, que en ese momento lo quitaba por los malos resultados) y dejó de darle relevancia a las escuelas técnicas.
Desde ese momento, al día de hoy, la educación ha ido cuesta abajo sin frenos. La “Cuareterna”, producto de la pandemia, sólo aceleró el proceso.
Los padres que integramos el 25% de los privilegiados que teníamos a nuestros hijos conectados a un zoom empezamos a notar con preocupación la mala calidad de los contenidos, el adoctrinamiento y la falta de creatividad de los docentes para conseguir mantener la atención de los más pequeños a una pantalla.
Como siempre, existen las excepciones. Maestras y profesores que intentaron mantener contacto con sus alumnos, sobre todo en los barrios más vulnerables, pusieron el cuerpo y el alma en un trabajo cuasi invisible, mientras las autoridades ejecutivas nos decían que “nadie se muere por perder un año de escolaridad”
Un año sin clases reales y un ciclo lectivo con burbujas, cierres y un par de meses de “normalidad” dejan un saldo muy negativo. Se calcula que más de medio millón de chicos dejaron la escuela, los adolescentes son los más difíciles de recuperar. Alumnos de tercer grado que no saben leer ni escribir, ni hablar de los conceptos básicos de matemáticas.
Si antes del cierre era preocupante el bajo porcentaje de jóvenes que podían comprender un texto y resolver una regla de tres simple, imaginemos la escalada de éstas cifras con el nuevo contexto.
Es imprescindible sentarse a discutir una nueva escuela para todos. Volver a recuperar a la EDUCACIÓN como la principal herramienta generadora de oportunidades.
Los que hoy ocupan los puestos para esos cambios parecen más preocupados en disputas mezquinas por el poder (gobierno y gremios) que en brindarles a los niños lo que tanto proclaman en sus discursos. Se llenan la boca hablando de lo “preocupados” que están por el tema, pero no vemos ninguna acción que permita la recuperación tan necesaria.
Los datos oficiales de abandono, gastos en infraestructura, sueldos del ministerio y de los educadores, se guardan bajo siete llaves como secreto de estado. Publicar los resultados de los exámenes globalizadores es “estigmatizante”, todas medidas que contribuyen a ocultar el problema y dificulta la contribución para encontrarle la vuelta que revierta éste panorama tan desolador.
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Seguiremos haciendo escuchar nuestra voz exigiendo por el derecho de nuestros hijos esperando que, la próxima administración que ocupe el Poder Ejecutivo Nacional, tenga un plan para la formación de la población acorde a los nuevos tiempos.
Autora del Artículo de Opinión
Escribí un artículo sobre la situación de la educación en nuestro país en @blog_piweb
— Gilda Edit (@CANDELA2010) March 16, 2022